abril 18, 2012

No me gusta la sensación de esta mañana, y no sabría decir si es porque no la conozco, o porque es demasiado familiar. Me siento desenganchada, insegura, carente de un suelo donde pisar, y eso me aterra. No es un sentimiento que pueda expresar con palabras; podría decir que me oprime, que aprieta mis pulmones y me hace dificultoso respirar.

Es esa sensación de sentirse completamente perdida, como si realmente estuviese comenzando a quitarme ese maldito vestido. Lo hago muy despacio, mirando a todos lados cuidando que nadie me vea desnuda; lo hago aguantando la respiración, no sea que algo inesperado ocurra y arruine este momento.

Sé que se esconderá y me obligará a detener mi hazaña, que se pondrá a gritar y a patalear, y entonces tendré que prestarle toda mi atención y dejar el cambio de vestuario para otro día. Ella sabe lo que quiero hacer, y en esta situación es la más afectada, la más débil.

Por eso, decir que ahora mismo tengo miedo es quedarse corto. Es ella, soy yo misma la que me impido cambiar de vestido. No quiero verme desnuda frente al mundo entero. Tampoco quiero que el día empiece. No quiero tener que ir a clase y salirme una hora antes para poder estar en Torremolinos a las 14:30. Ni siquiera quiero quedarme en casa en lugar de ir a clase, porque entonces me queda demasiado tiempo para pensar. No quiero, no puedo, tener que llevar tanta responsabilidad sobre mi espalda cuando lo único que quiero es quedarme en mi agujero y disfrutar de mi querido vestido frente al espejo.

Siento que mis obligaciones me presionan. Por eso se rompió el saco.

No hay comentarios:

Publicar un comentario