marzo 28, 2011

Cuando no se valora lo que se tiene...

No se puede estar seguro de nada en la vida. Es más, no se debe estar seguro de nada en la vida.

Cuanto más seguros estamos, más nos hundimos en el devenir de la rutina, donde la palabra "devenir" llega a perder toda su esencia a manos de "rutina".

Cuanto más nos aferramos a las personas, menos las apreciamos, más dejamos de verlas como únicas, más no alienamos; dejamos de estar con ellas simplemente porque nos gusta disfrutar de su compañía, empezamos a estar con ellas por simple dependencia, por no estar solos.

Y es ahí, cuando dejamos de apreciar a cada ser que nos rodea como algo único, cuando olvidamos por qué están ahí, cómo están ahí, de qué forma compartían sus caminos. Dejamos de apreciar la simple compañía, el simple charloteo, el verte y disfrutarte sin estar obligado a hablar, el acordarme de ti y llamarte para decirte simplemente que me he acordado de ti. Dejamos de intentar saborear cada minuto compartido con aquel amigo que hace tanto que ya no ves.

Obviamos lo que verdaderamente importa en esta maldita vida, en este maldito mundo: cada persona que está en tu camino, está ahí porque quiere estarlo, porque nadie la obliga; y cada una de esas personas es totalmente diferente a las demás, y cada una de esas personas tiene algo que ofrecerte totalmente distinto (que no mejor o peor, dado que no se trata de valoraciones positivas o negativas) a lo que pueda ofrecerte el resto.

Y os diré algo que quizás hayáis olvidado: muchas personas no se van de tu camino porque así lo quieran, sino porque tu indiferencia las ha expulsado de él. Y puede ser que la indiferencia acabe con esa persona para siempre.

Hay cosas que si no se cuidan, acaban por marchitarse...

No hay comentarios:

Publicar un comentario