mayo 16, 2011

Mientras conducía, no paraba de rememorar la escena, el momento justo cuando pasaba por mi lado sin girarse. Quise volver una y otra vez; cientos de veces detuve el coche en el arcén esperando reunir las fuerzas necesarias para continuar mi camino, para no volver a aquella sala abarrotada de gente donde él esperaba ser juzgado.

Despisté a varios coches de policía gracias a las innumerables callejuelas que diseccionaban el polígono industrial; después me dirigí a la autovía y no miré a atrás; tan sólo en aquellas paradas que comenzaban a antojárseme demasiado frecuentes. Encendí la radio, introduje un cd, el grupo más "ruidoso" que tenía, y volví a la carga tras haber empleado casi quince minutos para liarme un cigarro en condiciones. Entre el alcohol en el corazón y los nervios en el estómago, no podía desarrollar ciertas tareas con normalidad; como conducir.

Frené en seco, en mitad de la autovía. Estaba desierta, quién sabe por qué.

Recordé aquel día en que pasé a ser su amiga, el día en que el juego acabó. Recordé el día en que me rendí, cuando desistí de intentar sacar lo bueno que aún habitaba en él, cuando decidí creer que esa parte buena ya no estaba allí.

Que él jamás sería capaz de amar a nadie; que jamás querría a nadie en su puñetera vida.

Puse el coche en marcha, ahogando el motor, tocando el fondo del pedal con los dedos de mis pies.
Lo comprendí.

Él sí amaría, sí que querría a alguien; la cosa estaba en que ese alguien aún no había llegado; no era yo.

¿Y qué importaba, si lo iban a condenar?
O quizás... Quizás no. Quizás lo absolverían. Quizás no había razón para condenarlo. Quizás él había sido justo en su propio juego. Quizás él había hecho las cosas bien. Quizás... Quizás era yo la que había jugado mal. Quizás no había más culpable que yo misma por no ser capaz de mantener aquella coraza.

Se acabó, de una u otra forma. Por eso seguí conduciendo. Seguí hacia adelante tratando de ordenar la habitación de mi mente, de visualizar las cosas de forma que no me dañaran en un futuro próximo.
Puedo permitirme ciertos deslices, pero, a estas alturas, hay algunos que hay que empezar a eliminar como sea.

Adiós, tú.

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