junio 07, 2011

Azúcar en los ojos

Deberías pararme.
El viento sopla levemente meciendo aquellas briznas de trigo junto a tus manos. Las acaricias, y tu cuerpo estalla en pedacitos de paz que fecundan las flores del paraíso.

Y los susurros se abren paso entre las raíces de los árboles, te inundan los capilares, suben por ellos hasta el centro de tu ser, hasta tu corazón; tu mente perdió el mando.

Sonrosadas tus mejillas saludan a tus ojos cuando entonas aquella canción de tu niñez, y tus ojos del color de la noche saludan al sol, y tus labios humedecidos rasgan tu rostro; y vuelves a ser pequeña, tan pequeña que los árboles secuestran tu sombrero cuando menos te lo esperas.

Vacías tu mente. No hay nada que decir.

Escuchas su voz. El viento articula aquellas palabras. Te canta, te arrulla, te abraza y te lleva lejos, muy lejos, donde las nubes son de azúcar y los pájaros toman café.


Y no quieres más errores... Pero quieres vivir más.
Porque quien no vive deja el rastro del error más grande.


Y de repente el gris cubre tu alma. Y ese rastro de tristeza en su mirada inunda la perfección de tus sueños.
Y despiertas. Y quieres salvarlo. Y quieres resucitarlo. Y quieres que sea canción.
Y quieres....
Y quieres.

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