diciembre 12, 2011

12/12/2011

Hoy, 12 de diciembre, es el segundo lunes que me cuesta tanto “arrancar”. Cada semana me cuesta más que la anterior, quizás sea por mi reciente rutina cuyo único fin es sacar todo lo que estoy estudiando adelante. Lo que más problemas me da es el lenguaje musical, la parte auditiva, ésa en la que, si no tienes el oído desarrollado, acabas dándote cabezazos contra una pared y preguntándote por qué demonios tus padres no te obligaron a entrar en el conservatorio antes.

Hoy, mientras me alisaba el pelo, he estado intentado hallar una excusa para no ir a la Escuela de Idiomas; luego mi parte responsable me ha recordado que el viernes tengo examen de alemán, y que faltar a clase por estados de ánimo no era lo más apropiado. Me he arrastrado hacia la parada de autobús, y no digo “arrastrar” porque haya ido arrastrándome literalmente hasta allí, sino porque mi mente me repetía una y otra vez que prefería no ir, que odiaba a todas las personas del planeta que se cruzaban en mi camino, que todos debían morir y que ninguno debía mirarme o siquiera hablarme.

Cuando por fin me he subido al autobús, mi mente (que comenzaba a asimilarse a un crío pequeño enrabietado por algún capricho sin satisfacer, había cambiado el odio pasivo por un deseo irrefrenable de que algún superhéroe apareciese y me animase, que alguien me llamase al móvil y me dijera algo así como:
Laura, sé que estás jodida. Sé que es lunes, sé que eres más Garfield que cualquier estudiante o trabajador con el fin de semana libre, pero tienes que empezar de alguna forma. Quizás te va a costar más hoy, que es lunes, pero verás como poco a poco todo será más fácil, conforme vayas haciendo tu semana. Por la gente no te preocupes, no dramatices: si no quieres ser simpática, no lo seas; si no quieres sonreír, no sonrías. Te quiero, bicho.

No sólo no he recibido tal discurso, sino que además he creado juicios, exigencias a mí misma sobre cómo debía afrontar mi lunes y lo mal que en realidad lo estaba haciendo; cosa que me hunde más y más. Pero soy fuerte (o pretendo serlo al menos), así que no dejo que me hundan esos juicios, y, poco a poco, el día se alegra con ciertas conversaciones sobre el conservatorio o ciertas gilipolleces en clase de alemán.

Todo parece ir bien.

Vuelvo a casa abstraída en mi música, escuchando el nuevo disco de Nightwish y pensando en cómo cojones voy a sacar todo lo que tengo en mi corazón y mente. Porque tengo algo ahí dentro, una maraña de algo que debe salir. La “cosa” es así:

- recibo mucha información, mucha música, mucho arte, mucho sentimiento; ahora bien, toda esa “materia”, por llamarla de alguna forma, tiene que salir, porque si la sigo reteniendo en mi interior, VOY A ESTALLAR, JODER.

El problema es que no sé cómo hacerlo. Y ahora viene la parte dolorosa para cierta persona que ni siquiera sé si leerá esto, y que, de hacerlo, me va a putear.

Sé que para que una relación (de cualquier tipo) funcione, hay que decir las cosas, ser sincero. Voy a ser bastante sincera. Sé que debería decírtelo a ti, en lugar de dejar que pueda leer esto el mundo entero. Pero ésta es mi forma de decir las cosas (sí, soy muy orgullosa y no soy capaz de decirte esto; escribo y espero a que lo leas, y si no lo lees, encima me cabreo… ¡soy mujer!, ¿recuerdas?)

  1. Aquí viene la enumeración del infierno (o infernal, a gusto del consumidor). Me jode bastante que para que tú y yo compongamos, tenga que ser yo la que diga: hoy quedamos para componer. Luego se te antoja a ti componer y piensas en tu grupo, o en Mingo (perdón por poner tu nombre, chato, pero no se me ocurre otra cosa…), como hiciste el martes de la semana pasada (me lo dijo la mujer del ya nombrado). Me jode que sea yo la parte activa, la que tiene algo que expresar y piense: quizás él pueda ayudarme, en lugar de ser tú quien vengas a mí con cierta idea que quieres trabajar conmigo; lo que me lleva al segundo punto.
  2. Como ya he dicho antes, empiezo a temer que no seas tú quien pueda ayudarme a sacar lo que tengo dentro, lo cual significa mucho para mí. La persona que amo tendría que ser capaz de sacar algo así, es más, esa persona debería ser capaz de sacar lo mejor de mí. Y tú, no es que no seas esa persona, es que no te esmeras en serlo. Además, de esta forma me siento poco valorada por ti, poco "aprovechada".
  3. Esto va por ti y por más gente. Odio, detesto, aborrezco, y todos esos verbos que se puedan expresar con un emoticono de :caritaamarillapotandoverde:, que me distribuyáis el tiempo. Me explico. Eso de: quiero quedar con ella, quiero verla, pero seguro que está estudiando, trabajando, o tocándose las bolingas, que para el caso es lo mismo. No quiero que me hagáis tal “favor”. Prefiero que me preguntéis, y que no deis por hecho que no voy a poder quedar. Esto, aplicado al día de hoy, lunes 12 de diciembre del puñetero 2011, quiere decir que me jode bastante que la semana pasada yo pasase espontáneamente por tu casa para componer (véase que me jode ser yo la única que ha dado el paso de ir a tu casa a componer), mientras tú pasas de quedar conmigo hoy, teniendo en cuenta que no tienes exámenes esta semana. Me sigo explicando que creo que está lioso. Lunes de la semana pasada: discutimos. Martes de la semana pasada: no quiero quedar porque no quiero discutir más; tú quedas con Mingo para componer (OLÉ TUS HUEVOS). Miércoles de la semana pasada: YO voy a tu ensayo. Jueves de la semana pasada: no recuerdo. Viernes: voy a tu concierto (mejor me callo aquí). No sé qué días de hace dos semanas, fui a tu casa también a componer, una vez había terminado de estudiar. ¿Qué tal si contamos cuántos días has venido tú aquí entre semana, aprovechando algún hueco libre de tu apretada agenda para venir a verme? Mmmmmm… ¡CERO! Por eso, hoy esperaba que me dijeras: ¿puedo pasarme un ratito por tu casa? (no, Laura, no esperes nada de nadie…) Pero no. Hay 3 posibilidades: 1)has ido a la academia (me da que no, no tienes exámenes); 2) has quedado con Mingo para cualquier gilipollez; 3) has quedado con Ale para hacer skate. La cuarta sería que has ido a comprar la cuerda, pero combinada con la 2) ó la 3), por supuesto. Bien. ¿Ha quedado claro? Pero tú dices: está estudiando, no tiene tiempo. Parece ser que damos las cosas por supuesto en lugar de preguntar. ¿Tengo que ser la que te diga: hoy quiero salir un ratito, voy contigo a comprar la cuerda.
  4. Hay más cosas que me joden, pero no las recuerdo.

En fin, éste es mi lunes 12 de diciembre del jodido 2011.
¡Me haría tan feliz que alguien (tú) viniera a hacerme una visita después de una tarde tan larga de estudio! Ya le dije a Patri cuantísima falta me hacía salir entre semana para despejarme un poquito.

Los seres inteligentes dirán a estas alturas: y ¿por qué no le dices que vaya a verte? ¿Por qué no le dices que quieres componer, que te ayude a sacar esas ideas que te comen por dentro? ¿Por qué no le dices que estás cansada de que no te haga caso en temas de música? ¿Por qué no le dices lo importante que es para ti la música y lo poquito que él te está aportando? ¿Por qué no le dices que si las cosas siguen así, dejarás la relación para buscarte a alguien que realmente te complemente, que realmente entienda la música como tú lo haces, que realmente sepa extraer esas ideas de tu cabeza, y que, si no sabe hacerlo, al menos se interese en averiguarlo? ¡¿Por qué?! ¡¡Porque ya se lo he dicho!! Y ya no sé cómo decírselo más. Siento que las cosas le entran por un oído y le salen por el otro. Me frustro. Me siento triste por obligarme a estar en una relación así. Me siento triste por negarme una felicidad que me merezco y que, no digo que él no pueda darme, pero sí que no me la está dando.

Necesito mi otra mitad. Necesito un capullín así como yo, que se coja su guitarra y se venga a mi casa para enseñarme en vivo y en directo la nueva canción que ha compuesto para nuestro grupo. Claro que entonces yo le diría: ¿qué grupo es ése, capullín? A lo que él contestaría: he hablado con x, y me ha dicho que echemos los papeles, que va a mover hilos para que tengamos sala de ensayo en un mes; además, tengo varias ideas y varias personas con las que vamos a hablar los dos juntos para que les expliquemos nuestras ideas (porque aquí contamos los dos); y tengo muchísimas ganas de sacar esto adelante.

Eso sería ser activo. Eso es demostrarle a la otra persona que te importa. Eso, y no las palabras vacías que se las lleva el viento. Pero nos acomodamos en algo que ya tenemos, decimos que sí y damos ánimos, y luego desaparecemos.

Quiero un capullín que aparezca un lunes 12 de diciembre en mi casa, me llame al móvil y me diga: ¿Preciosa? A lo que yo sonreiría mirándome al espejo y diciendo: Dirme, guapo. Y él: ¿Te vienes a dar un paseo?

¡Y sí, joder! ¡Claro que me iría! Es más, esa persona especial me ayudaría a terminar bien un lunes que tanto estoy odiando. Esa persona se ganaría la mejor de mis sonrisas, mis mejores bromas, mis mejores miradas, mis besos más cariñosos, mis caricias más sinceras. Esa persona sería aquella con la que querría pasar el resto de mis días. ¡Y fíjese usted cuánta simplicidad! ¡Todo eso sólo por mover el pandero hasta mi casa con las intenciones de rescatarme de mi odiosa rutina!

En fin. Que yo ya no sé qué hacer. No sé qué decir ni cómo decirlo. No quiero más broncas, así que me callo y me aguanto. Y ahí es donde vuelvo a preguntarme por qué demonios aguanto estas cosas.

No me entiendo. A veces no entiendo por qué me condeno de esta forma.


Estoy llorando, hoy, 12 de diciembre.


Las cosas van a cambiar. Sé que para mal, pero ya no puedo más. No puedo seguir abriendo mi corazón, esperando algo que jamás llegará.

Se cierra el chiringuito. No me digas que no te advertí.

No hay comentarios:

Publicar un comentario