diciembre 14, 2011

kapputt

Hasta la presente no puedo evitar las ganas de vomitar, ese ligero desazón en mi estómago que me impide relajarme. Así estoy desde anoche, desde mucho antes de cerrar los ojos y dar el día por terminado.

Hay una batalla librándose en mi interior actualmente; siento una pena enorme por la pequeña Vicky, que observa con un pavor paralizante cómo pasan las horas sobre Victoria. Victoria se mantiene pensante, temerosa, angustiada, hastiada, abstraída, derrumbada, derrotada; me quedaría con el último estado si tuviera que elegir.

No quiero llorar. A veces siento las lágrimas en el mismísimo límite de la córnea, acariciando mis pestañas. Esta tormenta en potencia es lo que llevo ahora mismo dentro, y no, no me cuesta. No me cuesta porque me pesa tanto este dolor ancestral, que tengo que evitar que mis lágrimas se conviertan en el peso que tire de mi corazón; no me cuesta guardarlas, perderlas de mí es lo que realmente me cuesta más.

Llorar sería firmar una declaración aceptando mi debilidad, y ahora no me puedo permitir ser débil. Cuando has librado tantísimas batallas, te creas cierta alma de veterano, cuya primera regla es no ser débil nunca; en ello estoy.

Juego con la risa de mi lado.

Siempre he sido una persona muy fuerte. A veces no lo he sabido, o lo he olvidado. Pero la vida me ha llevado a ser alguien fuerte, a saber sacar esa fuerza sean cuales sean las condiciones externas.

No duele lo reciente. Lo reciente es algo con lo que puedo vivir.
Lo que duele es todo lo que le precede. Me puede. A veces me puede.

Los yogures caducan. Ya avisé.

1 comentario:

  1. Mucho pesimismo veo yo por aquí...

    Espero que sea por lo que yo creo que es y que ya está solucionado todo.

    Dices que a veces olvidas que eres fuerte. ¡Lo eres! ¡No lo olvides!

    Un beso

    ResponderEliminar